jueves, 21 de junio de 2007

Te echo de menos

Aún recuerdo aquellas mañanas de domingo de los años setenta en que toda la casa olía a "Varón Dandy"; lo recuerdo como si hubiera sido ayer.

Aquellas mañana en las que me cogías de la mano y nos íbamos a pasear y a tomarnos esos vinos y mostos con nuestro pincho de callos o de jeta en el bar "El rollo" de Rodolfo, o como cuando preparaba alguna trastada y mamá me decía "verás cuando venga tu padre", y tú llegabas y no pasaba nada. Han sido tantos y tantos momentos los vividos que seria imposible poder plasmarlos todos aquí, papá: días de ferias, días de campo, regañinas por las notas, incluso el día que me marché de casa y no llegué ni a la esquina. O cuando me operaron de la nariz, que me rompí montando en los coches de choque contigo; o cuando los domingos que te tocaba trabajar íbamos mamá y yo a buscarte y me comprabas ese mojicón en la pastelería de la avenida de Mirat; o cómo me tiritaban las piernas el día que me pescaste en las canteras con mi primer cigarrillo; o aquellas maravillosas Navidades llenas de fiesta. Los Alcántara a nuestro lado no eran nadie, incluso aquel domingo que te tocó trabajar y en un bar de la avenida de Alemania vimos la final del campeonato del mundo del setenta y ocho que yo quería que ganase Holanda pero no pudo ser... ¿te acuerdas de la primera copa de Europa del Barça?

Así fueron pasando los años hasta que me hice medio hombre y llegó la hora de cumplir con la patria. Recuerdo como si fuera ayer, la tarde anterior a mi partida, que acudimos a la ciudad vecina de Zamora a ver un Zamora Vs Salamanca, no recuerdo el resultado, pero eso es lo de menos, pues yo sólo tenia el pensamiento en que me marchaba y me separaba de tí y de mamá; nunca lo había hecho y eso me daba miedo, pues aunque ahora los chicos con esa edad se crean mayores, yo era un crío de diecisiete años y me marchaba por espacio de mes y medio. Toda una vida para mí.

El viaje de vuelta fue tranquilo, mi cuñado Carlos conduciendo y tu dándome consejos con él, pues al llegar a Salamanca mi partida era inminente, el tiempo justo para cojer el petate y partir.
También recuerdo como si fuera ayer mi primer fin de semana de permiso. Al llegar al barrio todo me parecía distinto, incluso yo, vestido de recluta, al pasar por la puerta de la bodeguita de Manolo. Te veo al fondo con tus amigos del barrio, porque todos los viernes te reunías con ellos. Recuerdo la cara de satisfacción, orgullo y al mismo tiempo de tonto que se te quedó, pero en décimas de segundo ya me estabas abrazando y besando, al mismo tiempo que le decías a Manolo "una cerveza para mi hijo", y así marchamos para casa a ver a mamá. ¡ Con qué orgullo de padre me llevabas con el brazo por encima del hombro! y ¡cómo lloraba mamá al vernos, y también mi hermana!, esa hermana que todo el mundo debería tener.

Como el tiempo no perdona, fueron pasando los años, y así llego el día de mi boda, y el nacimiento de tus nietos Erika y Javier. ¡Qué feliz eras teniéndolos a tu lado, a pesar de la guerra que daban!.
Tú, que eras el tío más cachondo del mundo, me preocupaste de verdad en dos ocasiones: cuando la enfermedad de tu nieta María y el infarto de mi mujer... qué malito empezabas a estar ya por entonces. Una enfermedad que arrastrabas desde hacía años y que en los dos últimos años se agravó con una metástasis en los huesos, ( maldito cáncer, por qué a ti ). Y qué decir de cuando me quitaron el ojo; no dabas crédito a lo ocurrido.


Pero si hay algo que me demostró que eras el mejor del mundo -aunque eso ya lo sabía- fue cómo sacaste fuerzas de flaqueza para acudir a la primera comunión de tu nieta Erika, con máquina de oxígeno incluída, sentado en la comida a mi lado. ¡ Qué contento estaba yo y qué orgulloso!. Tú, que llorabas porque creías que no llegarías a ese día tan especial para mi niña, parece que Dios quiso que estuvieras, pues justo tres meses y medio después nos dejabas para irte con El. De que estás con El no tengo la menor duda; eso un fue un 27 de septiembre, cumpleaños de mi mujer - ¡vaya fecha que elegiste para partir1-, no se me olvidará en la vida. Aunque para éso ninguna fecha es buena, ese maldito día yo no hablaba, no lloraba, sólo pensaba en que te habías marchado muy lejos y que nunca más volverías.


Han pasado nueve meses. Parece que fue ayer y al mismo tiempo parece haber pasado toda una vida. ¡Cómo me cuesta ver tu sillón vacío!; ¡cómo me cuesta ir a casa de mamá y ver que no estás!; ir a la parcela y no verte regar, o incluso esas noches en vela cuando peor estabas. Ahora, cuando suena el teléfono de noche, todavía me asusto aunque sé que ya no estás. Ahora sólo resides en mi corazón y nadie, nadie, podrá sacarte de él.


¿Por qué te fuiste, papá ? Si tú no habías hecho nada malo para que el Señor te llamara tan pronto; ese mismo Señor que cada madrugada llevo sobre mis hombros, ese tan guapo y moreno, ese Jesús que a tí tanto te gustaba. Te aseguro que el tiempo que El me dé fuerzas, cada levantá que realice en la madrugada la haré por tí, para que tú puedas tocar al Señor cada madrugada aunque sólo sea con la puntita de los dedos.

Papá te echo de menos. No te olvides de mí; yo de tí nunca lo haré.

(No soy capataz ni jefe de paso, pero señores, esta levantá va por mi padre para que pueda tener al Señor de Pasión un poquito más cerca).

Todos por igual, valientes. ¡A ésta es!

Te quiero papá.

3 comentarios:

Macareno40 dijo...

La muerte de un ser querido es algo que marca la vida de quien sufre su pérdida. A partir de ahí, comienzas a darle un valor a las cosas de forma diferente. Aunque no por ello mengua el dolor de su ausencia. Por ello, el mejor homenaje que podemos hacer a aquellos que nos dejan para estar al lado del Señor, es mantenerles presentes en nuestra memoria y en nuestro corazón, e intentar llevar a cabo las directrices y enseñanzas que nos reglaron mientras estaban en este mundo. En todo caso, amigo Alfredo, buenos y malos debemos pasar por ese momento. Nacemos, morimos y volvemos a nacer. Los cristianos no morimos nunca. Nuestro espíritu siempre está vivo, pues así lo quiere el Señor y más pronto o más tarde nos reuniremos con nuestros seres queridos en torno a Él.

Un abrazo fuerte y un saludo macareno.

Ana Pedrero dijo...

Precioso homenaje a tu padre, Alfredo. Fijo que cuando levantéis a tu Señor de Pasión él rozará su madera con la punta de los dedos. Cuando se nos van los que queremos, sólo con recordarlos así los tenemos a nuestro lado y los mantenemos vivos. Ese es realmente el milagro de la resurrección en la que yo creo: el amor y la memoria.

Un abrazo.

Iacobus dijo...

Has publicado el mensaje mas bonito que te he leido, justo el día en que se cumplen once años de la muerte de mi abuelo, justo ese día y justamente con las mismas palabras que yo queria expresarle todo lo que me pasa por la cabeza.
Siempre se hecha de menos a las personas queridas, pero ellos nunca nos olvidan, siempre estan aquí con nosotros, creo que no se van a ningun lado simplemente pasan a otra "realidad" para protegernos hasta que llegemos a esa "realidad".
Un saludo y un fuerte abrazo AMIGO.
P.D. ¿Quien dice que no te expresas correctamente?.